La inquietud por develar los secretos de uno de los
organismos más resistentes a la radiación de todo el planeta empujó a la
científica chilena Jenny Blamey a viajar hasta el Glaciar Unión, ubicado en la
Antártida profunda y a tan sólo 1,000 kilómetros del Polo Sur.
Estos microorganismos, que se clasifican dentro de los
denominados extremófilos, son capaces de sobrevivir en ambientes con
temperaturas inferiores a los cero grados celsius y soportar altos niveles de
radiación tanto ultravioleta como gamma.
"El descubrimiento de estos microorganismos generó no
sólo un reordenamiento del entendimiento de la ciencia sino también de la
concepción que teníamos acerca del origen de la vida en el planeta", dijo
Blamey en una entrevista con Efe.
Hasta 1980 se creía que era imposible que existiera algún
organismo capaz de habitar óptimamente en ambientes en condiciones tan extremas
como los glaciares de la Antártida, con temperaturas muy inferiores a las de la
congelación del agua y sin ningún tipo de vegetación.
La directora científica de la Fundación Biociencia de Chile
es uno de los quince investigadores que componen la expedición científica
chilena que este año se desplazó a la Estación Polar Científica del continente
blanco operada conjuntamente por el Instituto Nacional Antártico de Chile
(INACH) y las Fuerzas Armadas, situado a 79 grados de latitud sur.
Durante dos semanas estos investigadores desafiaron las
gélidas temperaturas y el viento racheado para estudiar, entre otros, los microorganismos
en estos ambientes extremos, la radiación ultravioleta o los efectos del cambio
climático.
"Queremos ver qué es lo que confiere a estos
microorganismos la capacidad de poder resistir estas gélidas temperaturas y
soportar, además, hasta 5,000 veces más radiación ionizante que cualquier otro
organismo", recalcó Blamey quien explicó que, debido a la estructura
planetaria, los polos son uno de los puntos que reciben más radiación gamma y
ultravioleta.
Otro de los misterios que rodea a estos microorganismos,
cuyas enzimas son capaces de catalizar reacciones químicas en ambientes
extremos, es el motivo por el cual son capaces de tener tan alta resistencia a
la radiación ionizante, pues se supone que estas condiciones no han existido en
ningún momento de la historia del planeta Tierra.
Algunos astrobiólogos plantean que, si estas condiciones no
se han dado en ningún momento en el planeta, estos microorganismos podrían
haber llegado del espacio y podrían haber encontrado en la Antártida, o en
otros ambientes extremos, un nicho en el que se pudieron haber adaptado.
Sin embargo, Blamey prefiere creer que fue la rápida
adaptación evolutiva de estos microorganismos lo que les confirió esta
capacidad.
"Yo prefiero creer que eso fue así, pensar que estos microorganismos
vinieron del espacio es simplemente especular, no hay ningún elemento
experimental que pudiera demostrar esto", recalcó.
La información que Blamey recaba en la Antártida podría
ayudar, por ejemplo, a la creación de detergentes que puedan trabajar con agua
fría además de la invención, a largo plazo, de productos farmacológicos capaces
de proteger al ser humano de la radiación gamma, liberada durante los desastres
nucleares.
"Por el momento sabemos qué temperaturas y niveles de
radiación son capaces de resistir estos microorganismos pero aún no hemos
podido descubrir cuál es el mecanismo que lo hace posible", explicó
Blamey.
Sus investigaciones se centrarán en el estudio de las
proteínas que se generan en el microorganismo al estar expuesto a altos niveles
de radiación, lo que, según la científica, permitirá, a corto plazo, dilucidar
el mecanismo que hace posible que estos resistentes y diminutos organismos
puedan sobrevivir en este inhóspito desierto helado.
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